El
espejo
Es
11 de Noviembre de 2011 y yo estoy preparada para ir a mi primera consulta
médica del oculista en el Hospital de Quilmes. Recuerdo que yo estaba con mí
mejor amiga cuando pedí el turno, y ella me había dicho que no fuera ahí porque
supuestamente estaba embrujado, pero yo no le di importancia y pedí el turno
igual.
Al
entrar al hospital fui directamente a registrarme y la secretaria me dijo:
—Tome
asiento que el doctor vendrá en un momento.
—Muchas
Gracias — dije
Giré mi cabeza y tomé asiento en una larga
fila de sillas que había. Al cabo de media hora escuché mi nombre desde la
puerta de un consultorio, me paré y me dirigí a la puerta.
— Pasá,
el médico vendrá aquí en un segundo — me dijo un hombre que parecía de unos treinta
años.
Al
pasar, el consultorio estaba lleno de herramientas de oculista, un escritorio
con dos sillas y en un rincón había un espejo muy bonito. El doctor todavía no
había llegado, entonces decidí mirarme al espejo para ver si estaba bien
peinada. Al cabo de unos segundos, yo seguía mirándome al espejo y en un
momento vi que mi reflejo en el espejo estaba quieto, pero yo me seguía
moviendo y, de repente, escuché que el espejo me decía:
— Hola,
soy tu reflejo, ¿me puedes liberar?
— ¿Liberarte
de dónde? — pregunté
— Del
espejo, hace años que estoy aquí encerrada.
— Está
bien, pero ¿Cómo hago eso?
— Acércate
al espejo
Y a
medida que me iba acercando me sentía a dentro del espejo. Cuando me di cuenta
yo estaba adentro de mi espejo y mi reflejo estaba afuera, pero con esa forma
de otra persona.
— ¿Qué
me has hecho? — pegunté desesperadamente.
— Yo
no lo quise hacer a propósito, pero tenía que liberarme.
— ¡Solo
dime qué tengo que hacer para poder salir de aquí! — grité
— Tienes
que hacer lo mismo que yo te hice a ti.
— Por
favor, andate — le grité
Al
cabo de dos años yo seguía encerrada ahí, porque nadie se acercaba a mirarse al
espejo. Hasta que un día un señor muy viejito se acercó a acomodarse el
sombrero. Pero yo no quería que el señor se quedara encerrado como yo. Entonces,
cuando me quedé quieta, el señor parecía aterrorizado, pero le expliqué lo que
estaba ocurriendo y se tranquilizó. Le dije que se atara una soga de la cintura
y se agarrara de algo fuerte y que jalara. Por suerte logré salir de ese
horrible espejo y el señor no se quedó atrapado.
Fin